jueves, 21 de agosto de 2014

Fundación Marambio-Cuentos para chicos.

"Héroe Silencioso".... Por Mónica RODRÍGUEZ del REY


 Son las dos de la madrugada. El silencio es total en la Sala de Transportes del Complejo Museográfico Enrique Udaondo de la ciudad de Luján. El murmullo incesante de visitas durante la tarde, ya no existe. Una suave brisa se cuela por las ventanas enrejadas. Las siluetas recortadas de la recova parecen estar dormidas. 
 De repente, un prolongado relincho de Gato y Mancha, los caballos que unieron Buenos Aires con Nueva York, retumba en la vitrina que los contiene.
 Alguien les contesta. Es el caballito de lata que, como veleta parado sobre la pulpería desde 1821, anunciaba la dirección de los vientos. Volantas, galeras y diligencias disputan en el crujir de sus ruedas la rapidez con que llevaban pasajeros ya fueran ilustres o anónimos. 
La pesada carreta tirada por bueyes no compite con ellas. Sabe que sus travesías por los campos a merced de los indios, son interminables. 
 Las enormes ruedas delanteras de los velocípedos (primitivas bicicletas) se posicionan como para comenzar la carrera. 
 La hélice del Plus Ultra ruge cual si fuera a carretear tomando como pista la avenida que concluye en la imponente Basílica. 
 Hasta el Papamóvil parece intentar desplazarse entre la muchedumbre que saluda a su paso con devoción. Cada uno atribuye a sus proezas, como lo más importante ocurrido en su tiempo. Nadie puede negar que los hechos protagonizados, marcaron un antes y un después. 
 Los caballos se enorgullecen de demostrar por capricho de su dueño la fortaleza de la raza criolla. Tres años les llevó el derrotero. Todavía retumban los aplausos y palmadas de la gente al llegar a algún poblado y la hospitalidad hacia el hombre que los guiaba. 
El fabuloso recibimiento en Nueva York, las páginas de los diarios que hablaron de ellos en una tierra lejana y con un lenguaje incomprensible hicieron que añoraran regresar a la pampa argentina. La veleta de lata con forma de caballito con sus escasos treinta centímetros no se siente menos; le cabe el honor de haber dado nombre a importante barrio de la ciudad de Buenos Aires y el Ferrocarril del Oeste bautizó una estación como Caballito en consecuencia. Un silbato de partida resopla La Porteña desde la sala de al lado. Quiere recordar que en1857 inauguró el ferrocarril uniendo un breve tramo desde Once de Setiembre hasta la estación Floresta........seguir leyendo

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