martes, 6 de septiembre de 2011

De Candela a La Salada...por Cristian Caravello.Escritor.

Todos los años nos roban un reparto completo. Siempre para la misma fecha: enero o febrero. Son medias para el mercado escolar. La operatoria es siempre la misma: Interceptan el vehículo, hacen subir al chofer y el acompañante a un auto, la camioneta da unas pocas vueltas, le estacionan otro vehículo de carga de modo que queden culata contra culata, transfieren toda la carga en un minuto y se van en su camioneta. La empresa de seguridad que monitorea nuestra unidad tarda largos minutos en detectar que hay una anomalía en el recorrido y dar aviso a la policía.
A los choferes no le tocan un pelo, siquiera les roban sus efectos personales. Simplemente los sueltan por allí una hora después. Los piratas del asfalto son buenos.
Todos los años discutimos cómo mejorar el sistema de de seguridad
-Hay que poner un señuelo con GPS en la carga -dice el responsable de la empresa de seguridad- Eso nos permite monitorear la mercadería aunque la cambien de camioneta y nos da más tiempo para encontrarla y atraparlos.
-¡Es cierto! ¡Que buena idea! pongamos un señuelo. Hasta que lo encuentren tenemos tiempo de llegar con la policía.
-No -dijo el de seguridad -mucho tiempo no tenemos. La mercadería siempre va a parar a "La Salada". Y cuando entran a "La Salada" no podemos hacer nada más.
-¿Por qué no? Hay que entrar a La Salada y listo.
-La policía no entra a "La Salada".
Hoy, en un ajuste de cuentas, una banda de piratas del asfalto asesinó a una niña inocente. El caso acaparó la atención de los medios de comunicación y mucha gente llora por Candela.
Pero además de llorar debemos comprender de una buena vez que los piratas del asfalto no son buenos. Son una mafia criminal que no tiene empacho en asesinar inocentes cuando les place. Y que esas mafias existen porque hay una gran zona liberada para la venta de mercadería robada.
"La Salada" es un mercado negro del tamaño de una pequeña ciudad. Allí se comercializa mercadería a precios irrisorios, lo que sin duda resulta muy bueno para la gente humilde. Pero esa bondad tiene su trampa. "La Salada" es el fin de recorrido de todos los señuelos de cargas robadas. Un antro de venta de mercadería robada o fabricada con mano de obra esclava, generalmente extranjeros indocumentados que carecen de todos los beneficios laborales que se instauraron en la era dorada de Perón. Las empresas formales no pueden competir contra esta trampa, cierran sus puertas y despiden gente. Y esa gente termina trabajando en el mercado informal, sin ninguno de aquellos beneficios.
Es sorprendente que el mismo signo político que fomentó la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores ahora propicie el florecimiento de mercados informales que están generando una migración de esos trabajadores del trabajo formal al trabajo informal.
"La Salada" no está escondida detrás de un arbusto, es un sitio enorme y conocido por todos y la naturaleza de sus actividades es tan evidente que no puede pasar desapercibida. Es obvio que este sitio (y muchos otros similares que han florecido en los últimos tiempos) existe porque hay una decisión política de mirar par otro lado.
Es hora de empezar a preguntarnos si tiene sentido tolerar este tipo de prácticas comerciales desleales y de evaluar las consecuencias de su existencia, como por ejemplo, la proliferación de las bandas criminales que roban mercadería en tránsito; o el atroz asesinato de una niña de 11 años.

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