Caminaba
con parsimonia por la avenida. Mis pensamientos rondaban acerca de lo hablado
en la sesión con el psicólogo. Había decidido, poco tiempo atrás, intentar liberarme de esa obsesión que me
persigue desde hace mucho. Me demoré sobre el cordón de la vereda cuando la vi,
de frente, cruzando la calle. Pude reconocerla aunque habían pasado veinte
años.
Más gorda, el cabello teñido de un rubio
rabioso. La hacía diferente ese sacón rojo; contrastaba con mi recuerdo de verla siempre vestida con ropa oscura. Sin embargo,
su gesto sobrador, soberbio, ése del desprecio, el de la más cruel, era el
mismo.......
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