domingo, 17 de marzo de 2013

Cristian Caravello, escritor.

Más allá de mi credo, que es privado y de que no practico ninguna religión, tengo pendiente unas palabras sobre el nuevo Papa.
 Basta consultar su biografía para comprobar que ha sido un Cardenal comprometido con la acción en los sectores más carenciados de nuestro país.
 Su gestión al frente de la Iglesia Argentina se ha caracterizado por promover la actividad de los "curas villeros", una riquísima (y muy positiva) actividad de la Iglesia en los sectores más desprotegidos.
Una actividad que, con la excusa de evangelizar, realmente se ha puesto al lado de los más necesitados en nuestro país.

Conocedor del detalle de la masacre social que se operaba (y se opera) en nuestro país, Jorge Bergoglio nunca ha renunciado a su responsabilidad de denunciarla públicamente toda vez que pudiera. Pero esta actitud le ha costado la enemistad de los sectores políticos oficialistas, que ciertamente se ofuscaron con su designación al frente de la Santa Cede. La reacción del Gobierno Argentino fué vergonzosa. Primero se lo acusó de colaborar con los crímenes de la dictadura. Pero el plan no funcionó porque fue rápidamente desmentido por Adolfo Perez Esquivel y toda la CONADEP (gente conocedora del detalle fino de los hechos de entonces). La estrategia viró entonces de la acusación a la indiferencia: Si hay que hablar del tema, solo bromearemos sobre él. Ayer me indigné con Eduardo Aliberti en su programa de radio. Luego de poner un audio de Bergoglio traducido al español, su comentario fue: "El locutor español tenía voz de traductor de película porno". Esa es la estrategia. Y me resulta vergonzosa. Basado en los antecedentes, solo puedo decir que la designación de Bergoglio representa un giro de la Iglesia hacia un aspecto que es central en la doctrina de su lider y que nunca debió haber abandonado: Su preocupación por la pobreza y la exclusión.Bienvenido, Francesco I.

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