viernes, 5 de abril de 2013

Estos, los que nos gobiernan....por Diego Rojas.Periodista, publicó ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? y Argentuits, pasiones políticas en 140 caracteres.

(párrafos)

 La Plata. 13:22 del 4 de abril de 2013.

 Han pasado horas desde una de las noches más desesperantes de la historia de la ciudad, noche en la que las aguas lo inundaron todo.
Pablo Bruera, intendente de La Plata, tuitea: “Desde ayer a la noche recorriendo los centros de evacuados. #LaPlata”, con un link a una foto donde se ve a Bruera manipulando unos bidones de agua.
El periodista Ramón Indart, de Perfil, sospecha. En la foto hay luz diurna. Chequea.
Bruera estaba, como el intendente porteño, vacacionando en Brasil, aunque el platense había elegido Río de Janeiro.
Había aterrizado en Ezeiza a las nueve y media de la mañana en el vuelo 1259 de Aerolíneas Argentinas.
Había mentido. La foto también era falsa.
Bruera , usaba la misma camisa de la falsa foto de los bidones para no dar lugar a sospechas sobre la operación que intentaba realizar. Mentiras miserables emitidas para sacar un rédito político en medio de la muerte y la tragedia. “No voy a renunciar”, dijo -luego de conocida su operación- Pablo Bruera, intendente kirchnerista de La Plata.  Tampoco lo haría a pesar de que se conocen informes técnicos sobre la posibilidad de inundaciones de esta magnitud desde 2008, informes que señalan que si no se realizan obras para evitar esa Bruera no iba a renunciar por el intento miserable de aprovechamiento político de la tragedia.
Tampoco habría de renunciar por los 51 muertos -hasta el momento- evitables que pesan sobre sus espaldas.
 ¿Cómo se hace para no pensar en las aguas turbias, en las corrientes imparables, en los pozos ciegos y cómo se hace para decidir buscar en morgues y cómo se enfrenta el no encontrar el cuerpo y cómo se hace para escribir un nombre, entonces, debajo de la lista de desaparecidos?
 Horas antes de emprender su recorrida por la zona del desastre en La Plata, la presidenta Cristina Fernández firmó un decreto mediante el que se anunciaba el pago de “hasta la suma de dólares estadounidenses dos mil trescientos treinta y cuatro millones novecientos cuarenta y cuatro mil quinientos cincuenta y dos con setenta y nueve centavos” en concepto de pago de la deuda externa, pagaderos con reservas del Banco Central. Un monto que hubiera servido largamente para realizar las obras necesarias tendientes a evitar la tragedia que, a pesar de sus causas naturales, tiene responsabilidades humanas políticas.
Luego, la presidenta Fernández voló en helicóptero a Tolosa, la tierra de sus orígenes, una de las zonas más afectadas por el temporal. Frente a vecinos de la región que acababan de perderlo todo, la presidenta se apresuró a asegurar: “Sé lo que es la inundación porque cuando era chica, tendría 13 años, cuando todavía no estaba entubado el Arroyo del Gato, entró el agua en nuestra casa de madrugada”.
También dijo: “A mi mamá le preocupa una gran gotera que tiene en el techo porque que tuvo un yerno e hija presidentes pero sigue viviendo en la misma casa de siempre”. Lo decía frente a ciudadanos que ya no tenían nada, equiparando el dolor, la desazón y la angustia a un lejano recuerdo de su infancia. Equiparando la gotera de su madre a la inmensidad de las otras tragedias. Lo hacía imperturbable.
 Una compostura que perdió la cuñada presidencial Alicia Kirchner, ministra de Acción Social, que fue recibida en La Plata con gritos de reproche, con enojos contra los funcionarios que provocaban que vecinos inundados le gritaran que era una “ricachona de El Calafate”. Un tenor similar al que les fue dirigido al gobernador Daniel Scioli y, una vez más, a Bruera, intendente de La Plata. “Hay agitadores que no quieren que se los ayude”. Así se refirió a los emisores de los reproches a los funcionarios la ministra Alicia Kirchner. Agitadores.
 Así les dijo a esos vecinos llenos de bronca, pero también de desesperación. Tal vez Alicia Kirchner haya usado ese término al recordar su gestión como directora provincial de Asuntos Comunitarios de la provincia de Santa Cruz bajo la dictadura, entre 1976 y 1983. En esa época el mote “agitadores” se usaba contra todo aquel que protestara.
 El martes, al iniciarse la tragedia natural convertida en un crimen social por obra de nuestros gobernantes, mi amiga Lidia Sonenblum publicó en su muro de Facebook: “Recién terminamos de sacar la basura, de la mugre nos empezaremos a ocupar mañana. La heladera flotó por toda la casa. No sabemos si los marshall y el resto de los equipos (comprados con años de sacrificio) van a sobrevivir. Tiramos colchones, ropa, libros, recuerdos de infancia, fotos, muebles. Los 22 años de Fausto se los llevó la corriente. El chino de la vuelta perdió absolutamente todo. También a la vuelta murió una anciana y me acaban de avisar que también tres nenes en el barrio Mitre. Mientras tanto, a pocas cuadras la Metropolitana y la Federal custodiaban el shopping Dot de Elztain, el nuevo dueño de la ciudad.
 Nos gobiernan unos hijos de puta”.
 Es un veredicto inapelable.
 Nos gobiernan unos hijos de puta.

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