Los indignados en Brasilia reprochan que el gobierno haga un gasto enorme en la remodelación del estadio nacional Mane Garrincha; vienen a continuar las movilizaciones que se destaparon en San Pablo y Río, que seguirán esta semana.
“¡Prensa, prensa!” Eso fue lo que grité al ver que un grupo de policías pertenecientes a la Tropa de Choque de Brasilia apuntó hacia donde me encontraba entrevistando a unos jóvenes indignados con los cientos de millones de dólares estatales destinados a la remodelación del estadio nacional Mane Garrincha en lugar de reforzar el presupuesto en educación y transporte.
Sería liviano asegurar que los policías con uniformes camuflados oyeron el ¡”Prensa, Pprensa!” proferido con algo de desesperación por este cronista.
Tampoco se puede afirmar que los miembros del grupo de elite de la policía brasiliense, adiestrados para disparar con armas letales y entre quienes no debe haber miopes, hayan visto la credencial de corresponsal, emitida por la Presidencia de la República, que les mostré con insistencia.
Lo cierto es que la respuesta dada a mis ademanes y el sonoro pedido para que no tiren fue el disparo de una bomba de gas lacrimógeno que cayó bastante cerca de mí, tanto como para sospechar que apuntaron al blanco.
El ajuste de cuentas de la policía con los reporteros tiende a ser la regla y no la excepción en Brasil a medida que se calienta la protesta social y política. El jueves pasado al menos ocho periodistas fueron heridos, uno de ellos corre el riesgo de perder la visión, en los ataques de la Policía Militarizada de San Pablo contra miles de manifestantes contrarios al aumento del transporte público. .......
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