Hoy, ver el mañana posible de cada uno, no es muy habitual; no en el ser humano, no a cualquier millón de los tantos que drenamos este planeta.
El por qué vivir diariamente, todo con velocidad devoradora. Esa que no te deja siquiera reposar el almuerzo desvirtuado a simple cúmulo de carbohidratos, acompañada y diluída por venenos saborizados, engañoso al paladar que emula el bienestar, a través de fantasías burbujeantes.
El corazón encabritado, el pensamiento sobresaltado, siempre en una línea inestable y a destiempo, el disfrute corrompido...; todo en un fardo de gran nada, que sólo pesa al final del día, del mes o de la vida.
Aturdirse para silenciar los huecos que dejan las ausencias de seguridad, de reales afectos, de permanencias contundentes, de raíces inexistentes, de sencilla y límpida fe.
Ver que, mientras se construye un mediocre presente y un mucho más improbable futuro, los ladrillos de nuestra integridad van desmoronándose, llenándose del moho de la decrepitud del sentimiento auténtico, del roce singular, privado, del pensamiento genuino............

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