por Liliana Gavrieluk.
Observando el amanecer, vislumbré, que sería un día de sol pleno,
radiante y caluroso.
Ideal para la experiencia que anhelaba vivir ingresando al corazón de Sevilla, España.
Comencé mi paseo deteniéndome a la vera del Guadalquivir, río amplio de aguas tranquilas por donde entraban en siglos pasados, naves colombinas provenientes del Continente Americano cargadas de metales valiosos que devastaron nuestras riquezas autóctonas.
A pesar de la triste sensación producida por el recuerdo, continué mi camino hacia el más bello exponente de la ciudad,el Barrio de Santa Cruz, antigua judería que le dió origen, luego transformado por la llegada del cristianismo.
Amplios jardines y parques históricos lo rodean con variadas posibilidades de ingreso,
el que elegí fue estimulado por un colosal árbol de magnolias que allí permanece hace más de cuatrocientos años. Sus hojas brillantes y firmes nutridas por un grueso y altísimo tronco, rodean perfumadas flores que abren paso al famoso barrio donde la escena se transforma.
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